El nacimiento del Titanic
La leyenda del Titanic comenzó durante una noche de verano de 1907 en una mansión de Londres, Reino Unido. Fue entonces cuando Lord James Pirri, de los astilleros Harland and Wolf, planeó junto a J. Bruce Ismay, director gerente de la compañía naviera White Star Line, la construcción de los tres más barcos más grandes y magestuosos del mundo: el Olimpic, el Titanic y el Gigantic (que pasaría a llamarse Britannic tras la tragedia del Titanic).
Los buques de Ismay y Pirrie constarían, además, de una tercera clase para viajar y, a un tiempo, harían gala de un lujo inimaginable; algo que nunca había sucedido en la historia de los transatlánticos de vapor hasta el momento. Sus interiores podrían competir y superar, con creces, a los mejores hoteles y restaurantes y serían tan seguros que podrían declararse “prácticamente insumergibles”, gracias a un novedoso sistema de puertas estancas instalado en los barcos.
La construcción del "buque de los sueños" comenzó el 31 de mayo de 1909 y pronto, incluso antes de zarpar, comenzó a convertirse en leyenda.
El Viaje inaugural
l Titanic estaba listo para zarpar de Belfast el 1 de abril 1912, pero debido al mal tiempo existente la salida tuvo que retrasarse hasta el día siguiente. El 3 de abril, el buque llegaba al puerto de Southampton permaneciendo allí una semana para el abastecimiento de provisiones: 40 bueyes, 130 cerdos, 150 pavos, 35.000 huevos, 5 toneladas de verduras, 12.000 botellas de agua mineral, etc. A las 12:00 del mediodía, el 10 de abril de 1912, llegó el momento de zarpar. El Titanic atracó primero en Cherburgo, Francia, y luego en Queenstown, Irlanda. Tras recoger pasajeros en ambas ciudades, llegó el momento de izar las anclas, de que las hélices comenzaran a girar lentamente y de, finalmente, comenzar el viaje transatlántico con destino Nueva York.
Los tres primeros días abordo transcurrieron sin incidentes. Así, a pesar de que el Titanic había recibido cinco advertencias de hielo a lo largo del 14 de abril, el capitán Edward Smith decidió no reducir la velocidad y continúo su marcha a 21 nudos.
¡Iceberg a la vista!
Poco antes de la medianoche del 14 de abril, los pasajeros disfrutaban de una agradable, aunque fría, noche abordo. No había viento, el mar estaba en calma y el cielo estrellado, aunque sin luna, iluminaba suavemente el océano.
Fue entonces cuando los vigías avistaron un enorme iceberg que se desplazaba a la deriva, en dirección al Titanic… El Primer Oficial, William Murdoch, ordenó al instante virar el sentido de la marcha, para frenar el barco, pero, pese a sus esfuerzos, no pudo evitar que la banda de estribor fuese rasgada por la enorme masa de hielo.
Tras un estudio de la situación realizado por el ingeniero constructor del Titanic, Thomas Andrews, el capitán fue informado de la gravedad del accidente: el Titanic se hundía y nadie podía hacer para evitarlo.
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